Como si de una caja de sorpresas se tratara, la Sierra del Caurel no cesa en su empeño de sorprendernos. Esta maravillosa sierra, llena de viejas montañas erosionadas y redondeadas por el paso del tiempo, late al mismo ritmo que las personas que la habitan en las múltiples y desperdigadas aldeas que a modo de manchas apenas destacan en las laderas de las montañas.
En el verano pasado tuvo lugar un acontecimiento geológico que, aunque nimio para la madre tierra, tuvo una grandísima repercusión mediática, sólo entendible por la capacidad que tiene el ser humano de concretar en su experiencia vital aquellos acontecimientos que le rodean, por pequeños que éstos sean.
En el verano pasado tuvo lugar un acontecimiento geológico que, aunque nimio para la madre tierra, tuvo una grandísima repercusión mediática, sólo entendible por la capacidad que tiene el ser humano de concretar en su experiencia vital aquellos acontecimientos que le rodean, por pequeños que éstos sean.
De repente, en un prado entre la aldea de Romeor y la de Millares, el terreno se resquebrajó y se vino abajo, desapareciendo completamente como si de una maldición bíblica se tratara. El estruendo fue tal que los vecinos se inquietaron, no siendo capaces de darle una explicación inmediata a este extraño acontecimiento . Cuando por fin descubrieron el origen del mismo, no supieron que decir…ni que pensar.
Según explicaría mas tarde el geólogo que analizó el fenómeno (Dr. J.R. Vidal Romaní), se trata de algo esperable en una zona cárstica y con una explicación en principio sencilla: las aguas de lluvia infiltradas en el terreno disolvieron pausadamente las rocas calizas que albergaba en su interior creando un hueco que se fue incrementando con el tiempo y que acabo dejando el prado sin el sustento necesario hasta que este se desplomó por su propio peso. Algo parecido a lo que le podría pasar a una mina excavada bajo tierra si no se pusieran los apuntalamiento pertinentes.
Para nosotros la excusa es inmejorable para una vez más satisfacer nuestro deseo de aprovechar la menor oportunidad para tirar al monte. No íbamos a hacer nada en especial, pués el agujero ya había sido ampliamente explorado y documentado por el grupo de espeleología EC/DC, pero sí queriamos experimentar la sensación de introducirnos en sus entrañas. Nos acercamos a él por un camino, que utilizaba un pariente del dueño del prado para pasar con su tractor y que de repente desaparece engullido por la sima. Como no nos fiamos un pelo, procuramos no aproximarnos demasiado a los bordes del agujero y a la primera oportunidad nos aseguramos con la cuerda para asomarnos y poder percibir las dimensiones reales del mismo. No hay duda: se trata de un señor “burato”. Dado el aspecto inestable de algunos bordes, de entre los sitios que aparentemente ofrecen mayor seguridad elegimos el más cómodo para realizar el descenso de los casi 30 metros del pozo. La constitución de las paredes varia entre materiales sedimentarios y pizarrosos, y mientras nos dejamos deslizar por la cuerda de vez en cuando cae una especie de arenilla que resuena de forma inquietante en su choque con el casco protector. Ya abajo vemos que el pozo no tiene continuación y que acumula toneladas de sedimentos caidos a causa del desprendimiento. El proceso de disolución debió de ser considerable, por lo que de existir una posible continuación en forma de cueva ésta se hallaría taponada por los materiales caidos.
Durante la bajada pudimos observar varias superficies de despegue en los materiales, por lo que no es descartable que continuen los desprendimientos. Aún así, comprobamos atónitos como unos turistas hacen su aparición y asomados al borde nos preguntan que si se ve algo ahí abajo. Evidentemente son incapaces de ver las grietas que con toda claridad pudimos observar en el descenso y les decimos con autoridad que no se acerquen mucho, que el suelo no es seguro; aunque a decir verdad, tampoco nosotros somos capaces de valorar nuestra seguridad en el fondo del agujero.
Una vez fuera se hace evidente que la cinta plástica sujeta de forma rudimentaria por unos palos clavados en la tierra es del todo insuficiente para advertir de la peligrosidad del mismo. Por otro lado los vecinos del lugar nos indicaron que ya se han producido nuevos e inquietantes “ruidos” por la zona...
La tarde es excelente y la tranquilidad absoluta por lo que aprovechamos también para dar un paseo y acercarnos a ver el tunel-acueducto romano de Romeor, excavado en la roca para canalizar el agua destinada a las explotaciones mineras. Sin duda una jornada maravillosa más en esta maravillosa sierra gallega, que además tiene el honor de guardar en sus entrañas los primeros tomos de la historia primitiva de Galicia.
Texto y fotos por Javier Santiago y Emilio del Rio de la Torre .
16 de Febrero de 2011.
16 de Febrero de 2011.
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