Batea de mejillón vista desde el fondo
Una batea es en esencia una estructura flotante que consta de un emparrillado -generalmente de madera de eucalipto - de hasta unos 500 m2 útiles, que va montado sobre unos flotadores metálicos. De él cuelgan un número de cuerdas de cultivo que puede llegar hasta 500. Dicha estructura está fijada al fondo por una o dos gruesas cadenas de hierro unidas por el extremo a unos bloques de cemento.
Cada cuerda de cultivo puede tener una longitud de hasta doce metros y albergar hasta 100 kg. de mejillón.
La cosecha puede tardar entre año y medio y dos años en realizarse, aunque este aspecto varia mucho con el sitio de la ría donde esté situada la batea y también con el tamaño de mejillón que queramos comercializar. Por estos motivos la producción de una batea puede oscilar entre 30 y 100 toneladas de mejllón al año.
Bucear debajo de una batea es algo espectacular. El hecho de estar rodeado por cuerdas cargadas de mejillón hace de esta inmersión una bonita experiencia; incluso si miras hacia arriba la convergencia de las cuerdas da la sensación de estar dentro de un cuadro.
Actinothoe sphyrodeta es una anémona común en las cuerdas.
No menos interesante es observar con detenimiento la multitud de organismos que crecen sobre las cuerdas y los flotadores, pertenecientes a casi la mayoria de los grupos marinos más importantes: ascidias, crustáceos, celenterados, poliquetos, briozoos, hidrozoos, esponjas, moluscos, equinodermos.
Entre las cuerdas deambulan asimismo bancos de peces como ballestas (Balistes carolinensis), mújoles, sargos,,etc, y es frecuente encontrar también necoras y camarones. En resumen: una batea de mejillón es un auténtico ecosistema que conviene estudiar con detenimiento, aunque eso sí, un ecosistema en cierto modo artificial y condicionado fuertemente por las labores a que está sometida durante las distintas etapas de cultivo.
Los que no presentan tanta diversidad son los fondos subyacentes. Con frecuencia están cubiertos de conchas de mejillones, cuerdas caidas, cables, y otros materiales, lo que nos indica que el cultivo de mejillón es también una fuente de degradación de los fondos marinos. Además la materia orgánica acumulada en el fondo hace que estos se vuelvan más limosos y su descomposición consume oxígeno favoreciendo a veces el desarrollo de bacterias sulforeductoras que dan a estos fangos un mal olor característico.
Aunque seguramente nadie nos diria nada por bucear bajo una batea, ésta no deja de ser una propiedad privada por lo que justo sería pedirle permiso al dueño antes de encontrarnos con una merecida reprimenda.
Javier Santiago. Enero-2010
Entre las cuerdas deambulan asimismo bancos de peces como ballestas (Balistes carolinensis), mújoles, sargos,,etc, y es frecuente encontrar también necoras y camarones. En resumen: una batea de mejillón es un auténtico ecosistema que conviene estudiar con detenimiento, aunque eso sí, un ecosistema en cierto modo artificial y condicionado fuertemente por las labores a que está sometida durante las distintas etapas de cultivo.
Nécora (Necora puber) entre los mejillones de cultivo
Los que no presentan tanta diversidad son los fondos subyacentes. Con frecuencia están cubiertos de conchas de mejillones, cuerdas caidas, cables, y otros materiales, lo que nos indica que el cultivo de mejillón es también una fuente de degradación de los fondos marinos. Además la materia orgánica acumulada en el fondo hace que estos se vuelvan más limosos y su descomposición consume oxígeno favoreciendo a veces el desarrollo de bacterias sulforeductoras que dan a estos fangos un mal olor característico.
Colonia bacteriana en un fondo contaminado
Aunque seguramente nadie nos diria nada por bucear bajo una batea, ésta no deja de ser una propiedad privada por lo que justo sería pedirle permiso al dueño antes de encontrarnos con una merecida reprimenda.
Javier Santiago. Enero-2010
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